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Vernon Smith: "la quiebra no es el fin del mundo"

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Vernon L. Smith fue galardonado con el Premio Nobel de Economía en 2002 por haber establecido experimentos de laboratorio como una herramienta en el análisis económico empírico, especialmente en el estudio de mecanismos alternativos de mercado. Es profesor en la Chapman University’s Argyros School of Business and Economics and School of Law y es miembro del Economic Science Institute de dicha universidad. El Dr. Smith es miembro del Instituto Cato y del Centro Mercatus, y preside el International Foundation for Research in Experimental Economics, del que es fundador.
El Dr. Smith ha escrito más de 250 artículos y libros sobre teoría del capital, finanzas, economía de los recursos naturales y economía experimental.
Nacido en Kansas en 1927, el Dr. Smith realizó sus estudios universitarios en Ingeniería Eléctrica en el California Institute of Technology, obtuvo su máster en Economía en la Universidad de Kansas y su doctorado en el mismo campo en la Universidad de Harvard.
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A medida que nos adentramos en los que pueden ser los días más cruciales de la Unión Monetaria Europea desde su creación hace más de una década, el profesor Vernon Smith nos da su visión del entorno económico que nos rodea.
El euro atraviesa estos días momentos difíciles.
Hace dos años, en Praga, me preguntaron sobre las perspectivas para el dólar, y entonces dije que nosotros [Estados Unidos] no gestionaríamos bien la situación, pero que los europeos lo harían peor, por lo que al dólar le iría muy bien como moneda mundial. Ahora todos los problemas se han conjuntado en un punto crítico.
Algunos miembros de la zona euro están al borde de la quiebra y Alemania se opone a cualquier iniciativa tendiente a proveer de más fondos a los países en problemas a menos que se produzca una integración fiscal y se adopten medidas severas de austeridad. ¿Cómo seguir adelante?
A los países fuertes de Europa se les pide que paguen la factura de los países derrochadores, lo cual no es una política sostenible. Los países débiles [de la zona euro] están en quiebra de facto y deberían afrontar esta realidad, y, de ser necesario, suspender pagos sobre su deuda. Esto los obligará a equilibrar sus presupuestos, a ser más disciplinados y a vivir dentro de sus posibilidades. Los inversores regresarán si estas medidas son creíbles, ya que suelen ser muy indulgentes ante la esperanza de que vuelvan la estabilidad y el crecimiento. La quiebra no es el fin del mundo, sino una fórmula que permite a los gobiernos devolver el equilibrio a sus cuentas, que ahora mismo reflejan un balance negativo. Estados Unidos tampoco es inmune a las consecuencias de haber incurrido en excesos insostenibles tanto en el sector público como en el privado.
El nuevo gobierno de España que ha dicho que va a buscar un presupuesto equilibrado a través de la austeridad y que va a acometer reformas estructurales profundas (sobre todo en los sectores laboral y financiero). Con un desempleo del 22,6% y un trepidante encarecimiento de la deuda, ¿se corre el riesgo de que estas políticas conduzcan a una mayor contracción económica?
España ya se encuentra en una recesión y los altos costos de la deuda revelan que ha agotado su capacidad de endeudamiento. España ha tomado prestado más allá de sus perspectivas de crecimiento futuro. Al igual que en todas las situaciones de este tipo, no quedan buenas salidas, por lo que mi opinión es que si España es rescatada, y en lugar de hacer sacrificios ahora, esas medidas serán postergadas y las cosas podrían resultar bastante peor para el país. La lección para el futuro es que España debe evitar volver a verse en esta situación. La pregunta de fondo trata sobre la credibilidad del sistema político español a la hora de poner orden mientras el país está siendo protegido de una posible suspensión de pagos. Esa protección no es más que un paraguas lleno de agujeros que no es buena para los intereses de España. No veo la forma de evitar enfrentarse a la necesidad de implementar las reformas estructurales que usted menciona. La cuestión es cuál es la mejor forma de hacerlo.
¿Qué opina de la intervención coordinada de los bancos centrales en los mercados financieros?
Estas políticas no hacen más que confirmar que la desesperación de los bancos centrales es absoluta, pues sólo buscan demorar las dificultades de economías que sufren desequilibrios graves; es decir, se ha optado por ralentizar el «desapalancamiento». Así, la inyección de liquidez se utiliza para retrasar las consecuencias de un problema de insolvencia en los hogares y en los bancos con la esperanza de que las cosas mejoren en el futuro. Sin embargo, tenemos muy poca experiencia con estos desequilibrios graves y nadie puede estar seguro de que si se mantienen las inyecciones temporales de liquidez la insolvencia en los balances públicos y privados desaparecerá. Incluso si funciona, ¿cuánto va a costar en términos de bajo crecimiento prolongado? Nadie lo sabe y quienes dirigen el avión están volando a ciegas.
¿Cómo surge ese desequilibrio?
El desequilibrio surge porque el precio de la vivienda aumentó más allá de las expectativas razonables de crecimiento del ingreso y fueron financiadas por el aumento del crédito hipotecario. Es decir, la demanda de viviendas se disparó en relación con el crecimiento del ingreso y sus precios crecieron de forma insostenible y más rápido que los precios de todos los demás bienes. El inevitable colapso de los precios inmobiliarios dio pie a disminuciones patrimoniales en numerosos hogares y muchos más están al límite de sufrirlos, lo que significa que los bancos también tienen problemas de capital negativo. Hasta que no se restablezca el equilibrio a niveles normales, las familias no estarán dispuestas a gastar y los bancos seguirán siendo reticentes a prestar dinero. La combinación de bajos precios en el sector inmobiliario y la inflación moderada en los precios de otros bienes está operando en la dirección correcta, pero es un proceso doloroso y prolongado.
¿Y nadie lo vio venir?
Hay culpa de sobra a repartir, incluyendo entre los de mi propia profesión, los economistas. Los expertos y los responsables políticos estaban casi todos ciegos, mientras que quienes se temían lo peor e intentaron advertirnos fueron ignorados. En tiempos de prosperidad nadie quiere oír a personas que les dicen que están hipotecando su futuro y que tienen que corregir su conducta.
¿Cuál es la lección que debemos aprender?
Yo nací en 1927, por lo que he visto dos de estas calamidades en 85 años. La lección a largo plazo podría ser que aquellas viejas virtudes como el trabajo, el ahorro y el vivir dentro de nuestras posibilidades son más valiosas que el oro y los diamantes, y sobre todo dignas de encomio pues nacieron de la experiencia humana.
Por fortuna, las «nuevas finanzas» no han hecho nada para derrumbar esos principios esenciales de la conducta humana.
Fuente: José Luís Martín
Publicado por #Froilán# 20/Mar/2012

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